lunes, 18 de agosto de 2008

Reflexión en el rincón.

No hay muchas cosas para decir, solo simples estupideces que flotan alrededor de mi cabeza, pensamientos, rincones oscuros en donde a uno le gustaría esconderse.
Ahí me encuentro sentado, apoyado con la espalda en la pared, con un vaso de whisky y un cigarrillo en la mano, la luz de la luna entraba vagamente por la ventana, le daba un ambiente sombrío, de ultratumba, el humo del cigarrillo hacia piruetas en el aire. La noche estaba tranquila, todos dormían y yo me encontraba hundido en oscuras reflexiones.
Algunos les parecerá que estoy nadando en la melancolía, pero no lo estoy, solo me aparto de la realidad, me gusta dejarme llevar por los caudales de mis pensamientos, fantasías y sueños.
Mirando intensamente a la nada, llevo el vaso de whisky a la boca y dejo caer el intenso brebaje por mi garganta, cierro los ojos y ahí está ella.
Simpática, de apariencia inocente, me acerco y digo lo primero que se me viene a la cabeza, ella ríe, entonces continúo. Una rubia alta, preciosa, de unos veintitantos estaba charlando con un ser como yo, lo mejor que le pudo haber pasado en su vida. Pido un trago, hablamos cosas de relleno, hasta que le hice la fatal pregunta:

¿Qué harías si hoy fuera el último día de tu vida?

En unos instantes cambio de aspecto su hermosa cara, quedo atónita y en silencio. No tenia expresión.

-Lo primero que te venga a la cabeza es lo que tenés que hacer – le dije.

-Lo que haría primero es estar con las personas que más amo, un rico desayuno, un almuerzo con mi familia, una tarde con mis amistades, y por la noche estaría con mi novio caminando por el parque ¿por?-

-Tu respuesta me pareció honesta, pero no muy original- conteste.

-¿Qué harías vos?- Me dijo

-Fácil, pasaría mis horas sentado en un rincón de mi casa, fumando un cigarrillo y bebiendo de un vaso de whisky- Respondí.

Aun son las son las diez, el tiempo sobra.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Bardero

Confusión, me pregunto a veces si mi forma de hacer las cosas puede ser un poco torpe e imprudente, las personas somos tan complejas o de vez en cuando muy simples, la diminuta entrega, inocente, no sirve en este mundo de adultos, que irónicamente a veces es la más inmadura. Me encontraba ofreciendo unas entradas para un carnaval, un supuesto adulto que hablo por todos me dijo que me largara, cosa que me no me extraño ya que estaban ocupados haciendo cosas de mayores, lo que me preocupo fue el tono de su voz, atacante, soberbio, bardero, por usar un adjetivo argentino.
No necesitamos lo que venís a ofrecer a sí que te podes marchar, me dijo. Yo no conteste nada, solo asentí con la cabeza, me di la vuelta y me borré, con las entradas en la mano abrí la puerta de entrada y salí a la calle. Caminaba en dirección de no se ha donde, pensante, siempre pensando en boludeces, pero era la primera vez que sentí que lo que acababa de hacer fue algo muy estúpido. Sabiendo que lo que iba a suceder no sería algo agradable, actué sabiendo las consecuencias. Aun así los putos sentimientos me ahorcaban, putos.
Entonces empecé a justificarme, supuse que no tuve toda la culpa, pesar que mi ofrecimiento fue algo inmaduro, la reacción de este personaje que hablo por los demás fue también algo pueril. ¿Quién se cree él para decidir por los demás? Me decía ¿no ve que los demás son personas libres? Si quieren venir al carnaval lo pueden hacer, ya son grandes.
Tal vez tendría que haberle contestado diciendo lo que pienso, y si se pasaba de listo lo cagaba a palos, pero ahí me di cuenta que yo también soy igual o más pelotudo que este mal personaje peliculero. Solo me queda reír y seguir aprendiendo de la vida, nos vemos.